martes, 19 de enero de 2010

“NO DORMÍ PARA INSCRIBIRME”

Abigail Quishpe es una bachiller que se graduó hace seis mese y que no pudo entrar a la universidad. Su deseo es ingresar en la Facultad de Medicina de la Universidad Central. “Yo voy a entrar a esa facultad” aseguró con decisión.

Abigail se tenía que inscribir el lunes 11 por medio de la página de internet de la universidad. “No dormí para inscribirme”, exclamó. Pasó la noche esperando a que la página funcione. “Vi más de diez videos musicales”, aseguró contando con los dedos mientras los enumeraba. Descargo varios programas durante la noche. Reviso desde sus correos electrónicos hasta el hi5 y el facebook. “Ya no tenía nada que hacer”, declaró mientras ojeaba unos volantes.

Para Abigail es algo normal esperar la madrugada mientras ocupa el internet, pero es la primera vez que no solo se desvela sino que no duerme y sigue de largo con sus actividades diarias. Toda la noche escucho música, y en varias ocasiones cantó tan fuerte que despertó a su hermana. Chateo con su enamorado, subió más de 15 fotos a sus álbumes virtuales e incluso se entero de las últimas noticias de sus artistas favoritos. Y aún así la noche no terminaba.

A las seis de la mañana, su madre y hermana, María José, le advirtieron que de no poder inscribirse rápido tendría que ir a la facultad a hacerlo. La página fue habilitada a las 8:30 aproximadamente. Por más que trataba no podía lograr inscribirse. Intentó una y otra vez y nada. Siempre aparecía lo mismo en la pantalla. El mensaje estaba en ingles, por eso “lo único que entendía era algo sobre un error”, afirmó la joven. Desesperada por no poder hacerlo des su casa acudió a la de su prima, pero fue la misma historia.

A las nueve de la mañana, tras la llamada de su hermana, decidió ir a la facultad para inscribirse des de allá. Mientras tanto su María José intentaba inscribirla desde otra facultad. Al principio tubo los mismos problemas que Abigail. Trato tres veces con el navegador predeterminado (google chrome) pero nada. Su último intento lo hizo con otro navegador (mozilla) y al fin lo logró.

María José estaba molesta no solo porque su hermana no pudo inscribirse por sí misma sino porque ahora tenía que ir a la facultad de medicina para dejarle el papel de la inscripción. El sistema se cayó por un minuto. María José creyó que tendría que hacer todo de nuevo y se alteraba más a medida que el tiempo pasaba. Cuando el sistema volvió imprimió el documento y llamó a su hermana para saber donde estaba. Al principio no le contestó. Ella seguía bajando la Bolivia para tomar un bus que la lleve cerca de medicina, pero no sabía cuál era.

Seguía bajando y llamando a su hermana al mismo tiempo. Cada vez se enojaba más. Cuando por fin localizó a su hermana ella le dijo que estaba en la Marín. María José espero el bus por quince minutos frente al Hospital del Seguro Social. Cuando lo tomó no estaba segura de si era el correcto. El bus no avanzaba para nada. Habían pasado diez minutos y aun no llegaban a la patria. Cada vez la joven se alteraba más. El bus subió y subió la cuesta para medicina, pero no curvo para la facultad.

María José se bajó y caminó hasta la puerta principal. Llamaba continuamente a su hermana para no perderse porque “no conocía la facultad más que desde afuerita”. Pese a sus explicaciones se perdió y no sabía dónde estaba. Primero llegó a la oficina de recepción de papeles pero su hermana no estaba allí. Salió y empezó a caminar buscando algún indicio de donde estaba su Abigail.

Caminó cerca de una copiadora, espiaba de vez en cuando a la gente que pasaba y continuaba llamando a su hermana. Mientras bajaba las gradas observó una fila de gente parecida a las hormigas esperando entrar en un pequeño cuarto donde, según se entero después, vendían el prospecto para que legalicen la inscripción. La cola era larga y en ella se veía a madres que iban a darles haciendo los trámites a sus hijos y jóvenes a quienes se les notaba el nerviosismo en la cara.

Abigail recibió el documento e inicio una pequeña pelea con su hermana. Pasaron diez minutos desde que María José llegó y la cola apenas y dio dos pasos. La gente en la fila conversaba, preguntaba sobre las pruebas, los documentos e incluso se hacían amigos unos de otros. “Una tortuga caminaría más rápido que esta cola” afirmó una joven mientras se sentaba en el piso. Las horas pasaron lentamente mientras las personas sentían como los rayos del sol lamian su piel.

Al final el turno de Abigail llegó. Dos madres paradas cerca de la puerta pedían a los jóvenes que les den comprando el prospecto pero nadie hacia caso a sus peticiones. Las madres afirmaban tener que volver a sus casas y que por eso no hacían fila como los demás. “Porque no le trajo a su hijo señora” respondió Abigail ante las insistencias de las señoras. Eran las once y media y por fin Abigail había comprado el prospecto. Antes de cruzar el umbral de salida de la Facultad se lamentó “Y mañana a venir a dejar los papeles tempranito o si no…” dijo con un suspiro de cansancio.

POR: MARÍA JOSÉ QUISHPE

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